jueves, 2 de diciembre de 2010

NACIMIENTO

Qué aterradora y dolorosa suele ser la muerte para los seres humanos; sin embargo, creo necesario asumir el reto de convertirse en suicidas acérrimos, tener esa fuerza impetuosa de matarse constantemente.
Descubrir el gusto por la muerte, es echarse a andar tratando de abrir nuestros ojos dormidos ante una realidad interna luminosa; es entender que algo en nosotros debería ir muriendo frecuentemente.
Nada permanece; todo nace, crece y muere, ésta es la naturaleza del universo. Es verdad, la muerte sabe amarga, claro que sí; pero detrás de esa incertidumbre está la renovación, un nuevo nacimiento. Sí, la muerte es un nacimiento y una renovación.
Volar hacia lo más alto, fluir en la vida dejando ir a aquellas cosas que alguna vez formaron parte de nosotros mismos ; es descubrir nuevos mundos, aquellos que quizá nos regalen los secretos del universo y nos muestren el esbozo del más bello sendero: El camino hacia uno mismo.
No hay nada nuevo sin la muerte. Quien quiera nacer, tiene que matar un mundo; quien quiera nacer, debe entender que somos seres creadores y que nuestra alma participa constantemente en la recreación de la vida.


Es imposible para mí, reunir o concentrar todas las palabras que reflejen plenamente lo que continuamente siento al estar vivo y al caminar en estos espacio terrenales; sin embargo, en estos tiempos veo muy cerca la muerte, percibo el olor a ella.
En estos días, donde el frio ya no duele tanto y el sol ha vuelto a resplandecerme el rostro; brota en mí la mala idea de crear este espacio cibernético, quizás para apaciguar algunas tempestades que se desatan en mi interior o quizás sólo para figuretear.
Sin duda, otro vano intento por dibujar aquellos gritos desgarradores de fantasmas y deidades que me acompañan desde la infancia y estoy seguro no me abandonarán jamás.

¡Ay! aquellos… aquellos gritos espiralados